martes, 25 de julio de 2017

Soto, sin fecha de caducidad

Ahora lo sé. Cuando un periodista entrevista a otro corre el riesgo de que inspirados por la plática la escena termine en: "No se grabó todo lo que conversamos", sin importar la altura de los pasajes que repasaron juntos.
Tan buen diálogo puede darse que nadie recordará mirar la grabadora, y de tomar notas menos, pues no te hallarás en plena faena laboral, sino solo y divinamente, conversando entre amigos. También sucede que dialogar con Juan Soto Cutiño, uno de los más carismáticos profesionales de la prensa tunera, puede resultar pura aventura y eso suma emotividades.
En la carrera lleva nada menos que 48 años y me aseguró que de jubilación "nada por ahora". Si hacen una encuesta en 26 nadie quiere verlo partir, porque él siempre anda con su agenda bajo el brazo, una sonrisa en los labios y tantas historias...

¿Qué solo tenías sexto grado cuando empezaste en el Periodismo?, pregunto asombrada, olvidando que en su tiempo de muchacho apenas este país empezaba a enderezarse en materia educacional.
Llegó a las lides de la comunicación luego de ir voluntariamente a formarse como maestro de las FAR a los 15 años, ante un pedido de la Unión de Jóvenes Comunistas, cuyo carné ganó en ese tiempo. Pasó los tres calendarios del Servicio Militar Activo dando clases en una unidad de Holguín, y después regresó a casa, allá en su amado Cerrecito de Cayojo (Jobabo), donde lo esperaban las labores del campo y la vida dura.
Se sabía de su integración revolucionaria y experiencias en el magisterio, por eso Manuel Fernández, entonces jefe del DOR (Departamento de Orientación Revolucionaria) del Partido en Las Tunas, le propuso convertirse en periodista.
"Yo ni sabía bien lo que era eso, pero dije que sí. Nos mandaron para el periódico Sierra Maestra una semana". Y vuelvo yo: ¿Una semana?
"Sí, como lo oyes. Aquellos días alcanzaron para que nos explicaran cómo se hacía el lead de las informaciones, algún que otro detalle y a trabajar".
Así nació el reportero, con más voluntad que conocimiento. Fue muy decidido a su primera gran cobertura, la zafra del 70. Los preparativos lo llevaron a instalarse en 1969 en Jobabo como corresponsal del rotativo El Forjador, cuya plantilla y equipamiento en pleno marchó para aquellos lares a informar in situ.
"Nosotros mismos escribíamos, imprimíamos y repartíamos a las 12:00 de la noche los periódicos entre los pelotones cañeros, con las bicicletas que nos dieron".
¡Pero muchacho!, ¿cómo va a ser?, se me salió con tremenda envidia, escasean ahora un poco las oportunidades de mirar tan de cerca a los lectores.
Y claro que el Soto avanzó en la academia, llegó hasta la Universidad; pero la verdadera casa de altos estudios la tuvo en el ajetreo cotidiano, en el infalible método de prueba y error, o como él dice, "a golpe de tropezones".
"Recuerdo cierta vez que Rossano Zamora Padín, padre del periodismo tunero y gran maestro, me mandó a Jobabito porque había una brigada cercana al millón de arrobas de caña cortadas. Debía ir en bicicleta desde Jobabo hasta allá, son unos 18 kilómetros. Al regresar dijo: A ver, ¿cuándo obtuvieron el primer paso del millón? ¿Cuántos obreros eran? Yo no había preguntado nada de eso. Por supuesto, tuve que volver, y recuerda, en bicicleta".
Puro patrimonio colectivo es su legendaria anécdota de cuando lo enviaron a tirar fotos, y el mínimo ABC olvidó advertirle que no podía exponer el rollo al sol. Nadie le habló del cuarto de revelado y él, inquieto por la calidad de su obra, sacó la película y murió de pena cuando solo vio manchas.

"Desde un inicio atendí la industria azucarera, llevo más de cuatro décadas escribiendo de zafra. Como venía del campo, siempre me sentí bien ahí".
No se puede hacer la historia del azúcar en Las Tunas sin nombrar a Soto. Él le sabe todos los secretos, no hay quien le haga un cuento; prevé los acontecimientos y padece cada descalabro, sobre los cuales escribe con dolor, pero con firmeza. Se siente uno más de los tantos que batallan desde cualquier central de la provincia. Hasta desfila con ellos el Primero de Mayo.
"Para aprender me acerqué siempre a los trabajadores más sencillos y experimentados. Así me gané el respeto. Es un sector de muchos héroes anónimos, de gente esforzada".
En 26 ha hecho su vida, estuvo entre los fundadores de sus páginas impresas, inauguradas el 26 de julio de 1978. Jamás se ha ido.
"Aquellos primeros días los recuerdo con cariño, porque todos nos decidimos a echar p´ lante. Cuando se me iba algún error, sufría mucho, todavía me pasa".
¿Sigues confiando en el poder del periodismo de estremecer a la sociedad?, vuelvo a la carga. "Sí, lástima que con frecuencia hay demasiadas personas creyendo saber lo que debe hacer un periodista".

Soto tiene muchos orgullos, dos hijos buenos de verdad; Odalys, la esposa y su compañera de baile hasta el amanecer si en la tarima manda Cándido Fabré, y por supuesto, el Lada rojo, ganado en esta profesión ingrata y hermosa a la vez.
En marzo último obtuvo el Premio Provincial Por la Obra de la Vida, lauro que lleva el nombre de su entrañable Zamora Padín. Igual ostenta el Nacional de Periodismo Azucarero, otorgado por el quehacer en sus casi siete décadas de existencia.
Pero él apenas habla de eso. Prefiere contarme de su último comentario "caliente", de cómo hubiera querido mejores estudios y de que está contento con los "muchachones (as)" de 26, pues a sus ojos, estamos "dando la talla".

El tiempo vuela, y la grabadora, caprichosa, se pierde la oportunidad de su voz diciendo: "El periodismo me formó, me hizo un ser mejor, cómo no amarlo, seguiré hasta que tenga fuerzas".

2 comentarios:

  1. Sucel me encantó este homenaje a Soto. No lo había leído antes pero siempre es bueno para dedicarle algo así a Sotico. Lo admiro por su entrega y por los años dedicados a la profesión, es uno de mis maestros. Hombre sencillo, modesto y humilda. Gracias por recordar que los periodistas también debemos ser entrevistados. Un beso.

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  2. Ay, zuci, si me pareció verte gozando con las cosas de Soto. Un beso para ambos. Los quiero.

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