sábado, 13 de mayo de 2017

Jornada Cucalambeana en pleno Vedado…3 (+fotos y video)

Un largo recorrido nos lleva hasta Vedado 3. El terreno y la huella en los zapatos delatan la novedad: luego de mucho, mucho tiempo, ha llovido por aquellos lares.
Nos recibe quién debe. El profesor Guillermo Castillo y sus niños de la escuelita primaria Julio Antonio Mella, el plantel donde la totalidad de los alumnos cantan décimas, aprenden sonidos y palabras nuevas a través de redondillas y los consolidan con la estrofa nacional. Dominan de cinco a seis tonadas.
Solo un capítulo del legado de Castillo, autor del libro Ortodecimante, convertido en CD-DVD por Bis Music y hoy en los colegios del país para enseñar a escribir correctamente mediante el verso octosílabo.
“Para mí la décima más que tradición, es un recurso inteligente”, aclara a sus compañeros de viaje en el coche que nos deja justo en el corazón del guateque, donde asegura, está todo listo. En el cielo empieza a “armarse agua”, pero nada parará el convite luego de tanto empeño, de bafles trasladados bajo aguacero, de aserrín tirado sobre el fango.

Sin perder un minuto, la Jornada Cucalambeana de “Jesús Menéndez” comienza; la estampa campesina abre y es solo el esbozo del extraordinario aporte que dará el teatro a la cita, tanto, que a pesar de la lluvia (sí porque llovió), el programa marchará como una puesta acoplada, sentida, llena de talento y dramatúrgicamente bien pensada.
La dedicatoria del jolgorio local vibra en los penachos de la Anap, los 35 años del museo Juan Andrés Cué y la escritora Marilyn Pérez Pérez.

Artesanos y paisajistas tejen algunas de las inaugurales notas de orgullo, al hacer gala de diversas técnicas, gran acabado, imaginación y representatividad del municipio. La décima ilustrada habla de ingenio y un dúo vuelve a resaltar, Martha Cruz y Antonio Luque, autores de Epístola.
Pero sin dudas, el espectáculo infantil es el que nos deja boquiabiertos ante la elocuencia y el desenvolvimiento escénico de los pequeños, reporteros de la “última” noticia de la campiña: los protagonistas de los cuentos universales y los “muñe” se mudaron pa´l campo.
Por eso, no es raro escuchar a los tres cerditos procurando los tamales que vende la Caperucita Roja; ni al mismísimo Elpidio Valdés desplegar su estrategia frente a nuestros ojos. 

Igual conocemos a un guajiro mentiroso; digo, exagerado; digo, cuenta cuentos. Nos habló del perro cortado a la mitad, al que luego pegó con ateje, solo que hubo un problemita: lo hizo al revés.
Los niños lo mismo cantan, bailan que entonan la estrofa nacional con gracia y soltura. Detrás de cada parlamento, la chispa de una mujer que mucho entrega a la Jornada, la instructora Sandra Turruelle Mesa.
Otros nombres le son entrañables a la celebración como el de Sarahi Martínez Rodríguez, carismática actriz de las estampas y al frente de la tropa de artistas del seminternado Frank País; o el de Esteban Guerra (Pepe), decimista y compositor musical. Pero mejor no intentar la lista, sería injusto algún olvido.
Las emociones siguen en el guateque literario y la prueba del virtuosismo de las distintas generaciones que ponen en su voz la espinela y la improvisan, gracias en buena medida al profe Castillo y al taller de repentismo infantil.
El agua interrumpe a intervalos, pero la comunidad ¡firme! Por eso disfruta tanto la controversia entre el muy asediado por sus admiradores, Emiliano Sardiñas y el tunero Dimitri Tamayo. Con paraguas incluidos, obsequian composiciones cuajadas de humor y todo queda listo para el espectáculo central, no sin antes bajar de la púa el cerdo asado.

La gala viene a confirmar el respeto a la tradición desde la música, el teatro y la danza. Lástima el audio, que nos hace pasar por enojos. La elección de la Flor de Birama resulta la columna vertebral del encuentro, honor que recae en Josefa Hernández Rivero, estudiante de pre-universitario.

Bajo lluvia, para no romper la rutina de un día tan bendecido por el cielo, la comisión evaluadora, integrada por especialistas del Centro Provincial de Casas de Cultura, da conclusiones y la nota obvia: 100 puntos. A pesar del cansancio, los organizadores saltan de alegría. Y hasta el jurado da su brinquito, convencido de la autenticidad de lo vivido en pleno Vedado, no el habanero, sino uno más raigal y humano, y de apellido 3.
















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