martes, 11 de abril de 2017

La novela de la Feria

Una Feria internacional del Libro para olvidar. Eso tuvimos. Una que le precedió demasiada tragedia como para reponerse de ese mazazo, con el Centro Provincial del Libro y la Literatura (CPLL) debatido entre ineficiencias propias y el escaso respaldo a su gestión editorial.
Sin embargo, contra toda lógica, la noticia es que, aunque sea, tuvimos nuestra versión apocopada, pues ni siquiera eso se vislumbraba meses atrás. El buen juicio impuso carácter, la sensibilidad de entender que esta celebración nos pertenece sin remedio. 
Ya sé, no todos buscan el gran texto, algunos la esperan para el título de cocina o el de colorear, justos los que ahora brillaron por su ausencia. Pero bien sabemos que tales publicaciones pueden ser un pretexto para hallar páginas más edificantes, todo está en que la cita propicie ese encuentro, algo que, disculpen la repetición, brilló por su ausencia. 
Y las razones laten, claro, en los anaqueles que solo escalaron a las 215 novedades, pero también en el diseño que desaprovechó espacios para promocionar creaciones y autores a viva voz y orientar al público de lo que en los estantes hallaría. La Plaza Cultural anduvo de silencio a música baja en extremo. De fiesta aquello no tuvo nada; ni siquiera el Tesoro de Papel, ubicado en el parque Maceo, salvó la honrilla.
En ese entramado, los padres se quedaron esperando variedad de obras para los niños pequeños, un dolor del que habíamos huido en ocasiones anteriores. Precisamente, la literatura infantil y la de corte político-social fue la más demandada, a juicio de los libreros.
Las ventas vinieron a consumar la debacle, cuando ni el reducido plan, de 160 mil pesos, se cumplió, al quedarse en 106 mil 334. Poco más de 9 mil 644 ejemplares llegaron a casa, insignificante cantidad por donde quiera que se mire. El año pasado ese rubro ascendió a casi 22 mil. 
BUEN CAMINO
Entre lo positivo califican los homenajes al Comandante en Jefe, Fidel Castro; a Canadá, como país invitado de honor y al intelectual cubano Armando Hart, figura escogida para el agasajo literario. En cada oportunidad hubo iniciativas de valor. 
Las editoriales de otros territorios dieron su aporte, especial agradecimiento para Oriente por el apoyo a la diversidad de propuestas, y Ediciones ONBC por ofrecer excelente literatura jurídica y poner tanto empeño en su stand.
Mirar de cerca la producción más reciente del sello local, Sanlope, estuvo entre los logros, teniendo en la reedición de la novela Matarile, de Guillermo Vidal, su proyecto ambicioso. Lástima que se quedaran una decena de obras sin salir porque las cubiertas por “más vueltas que dieron” no encontraron puerto seguro.
Retornaron las actividades nocturnas; las libreras y los libreros pudieron vender hasta la noche, y en su mayoría dijeron estar bastante complacidos con la atención personal. 
PARA DÓNDE VOY
Necesita la Feria aquí un estremecimiento profundo, que retome las reuniones organizativas previas con todos los organismos implicados, no solo las instituciones culturales. Hace varios años esos contactos no se realizan.
Si otras provincias han podido ir a la fortaleza de San Carlos de la Cabaña, tras el fin del capítulo habanero del evento, a buscar sus lotes para tenerlos temprano en la ciudad, ¿por qué la nuestra sigue dependiendo de rastras de última hora? 
Debemos efectuar más estudios de público para que cuando estemos en condiciones de pedir, es decir, cuando la deuda a la Distribuidora Nacional del Libro sea un mal sueño del pasado, vayamos luego al seguro en el expendio. Ahora no se pudo escoger.
Y por supuesto, lo primero es agarrar por el mango la situación en el CPLL, que anda sin tantos dolientes como debiera, y algo ha dejado evidente hasta ahora: por sí solo no puede salir de ese barranco. Demasiados pendientes: cuentas por pagar; falta de personal, condiciones de trabajo, suministros de la editorial…
“Feria de puro compromiso”, dijo un señor mientras marchaba con las manos vacías. Triste fotograma, que a la vez habla de una resistencia a toda costa, de una cita que extraña demasiado los finales felices de las novelas románticas.

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