viernes, 17 de febrero de 2017

Los días de Guillermo y Toño

Amarillentas por el tiempo lucen las páginas. Son más que papel. Son el rastro virtuoso de un hombre que cifró allí todas sus esperanzas. "¿Tendrá éxito mi novela? ¿Qué pensará la gente de Toño, este personaje mío tan loco y tan cuerdo?". Quizás se preguntaba Guillermo Vidal mientras escribía Matarile.
El manucristo duerme con los ojos abiertos, como quien no se permite modorra alguna, en la biblioteca provincial José Martí. Allí, su letra tirada al viento. Allí, las huellas de sus manos. Y una no escapa de fabular que llenó tantas cuartillas de un tirón, cual gesto enfebrecido. ¿Acaso fue así?
La escritora Lucy Araújo recuerda que el autor de Las manzanas del paraíso, su maestro, le pidió a ella y a otros amigos encontrar para él un lugar alejado, tranquilo, donde terminar Matarile. El entonces motel Las Caobas, en Manatí, tuvo el honor de recibir aquellos días de alumbramiento.

"Casi no lo molestábamos. Cuando iba a verlo me contaba y leía acontecimientos de la trama y decía: 'Lucy, esto tiene una honda nueva΄. El uso de la oralidad alcanzaba en la obra un nivel extraordinario como después se comprobó. Yo vivo feliz todavía por esas jornadas a su lado".
Con otra Lucy entrañable, Maestre, también compartió pasajes del deambular esquizofrénico de Toño. Ella, incluso, participó en la corrección del texto cuando en el 2005 Sanlope lo publica, luego de que Letras Cubanas se llevara la primicia en 1993.
"Fue Ramiro Duarte quien le propuso el título, y lo aceptó porque la novela es como un juego, al estilo de matarile, rile, rile, en el que su protagonista repite frases, impone un ritmo. Hubo a quien no le gustó que usara nombres de personas reales de la ciudad, pero era, me decía, una manera de recordarlas, de que tuvieran un lugarcito en los anales literarios y en la memoria de él como ser humano. Posiblemente este libro hable más de la historia de Las Tunas que cualquier otro texto académico".

Varios recelos quisieron cortarle el aliento a Matarile, pero nada pudo contra el imponente abrazo de los lectores. Ojalá la decisión de recordar a Guillermo Vidal tome tal camino de resistencia. El viernes pasado, día del cumpleaños 65 de este hombre ilustre, debió ser fecha de celebración y fue una de silencio. Estamos perdiendo demasiado tiempo, hemos de ponerlo donde se merece.

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