jueves, 30 de junio de 2016

Jornada Cucalambeana: Un paso antes de los 50



Su alegría viste de verde, como el campo bien cuidado por la lluvia y el Sol. De allá vino y a esos mundos tan nuestros se debe. Ya disfruta de su 49 convocatoria y a la Jornada Cucalambeana, que ha transitado buenos y malos tiempos, le parece mentira que casi esté en los 50.
Medio siglo, eso suena a mucho, y no puede sonar a menos cuando su persistencia por cortejar raigales tradiciones no ha tenido pausa. De esa constancia habla la actual edición, un aroma que llegó desde la antesala,  cuando el miércoles abrieron al público dos hermosas exposiciones.
Eduardo Rivera, de Guáimaro, trajo hasta la galería taller de escultura Rita Longa vívidos paisajes que “ponen a pensar más allá de lo contemplativo, de lo simple emocional. Hay un estudio de la atmósfera, el color, la temática y el sentido de la visión ecologista”, afirma Othoniel Morffis Valera, curador de la propuesta.
La maestría del autor es tal que nadie creería que son las primeras obras de este tipo. Hasta ahora se había dedicado a dicha vertiente pero con un sentido más onírico y fantasioso, no tan inclinado a la veracidad de las imágenes, crecidas en belleza y vitalidad por la recreación que dibuja en ellas.

miércoles, 1 de junio de 2016

En Pilón, siempre, la poesía (+fotos)



Tenía que ser allí, porque allí está la poesía, exista Festival o no. Su gente la resguarda entre las miradas y gestos de nobleza, entre los paisajes grandilocuentes de montaña y mar.
Me gustó conocer a Pilón, fue como visitar la inmensidad, la belleza.
¿Se imaginan a una tropa de campesinos en plena Sierra Maestra, sentados escuchando con delicada atención a poetas leer sus versos? Pareciera la escena de una película imposible, pero como digo, aquel paraje resulta único, y no solo por sus frutas que saben a maravilla.
El grupo literario Sur, nacido en esos lares hace 26 años, quiso que el talento para escribir también fuera sello de la serranía, y los talleres empezaron a tejer caminos, nombres, obras, publicaciones, y lo mejor, una comunicación con su gente.
“Desde el inicio teníamos una máxima, no se podía leer nada en cualquier actividad sin que antes ese texto no se hubiera discutido entre todos. Había que respetar al pueblo”, cuenta a La Rendija Alejandro Aguilar, quien comparte el tiempo entre las labores de coordinación del grupo y su trabajo en el laboratorio del hospital del poblado.