jueves, 28 de marzo de 2013

No morí aquel día de marzo de 1989


 La XXII Feria Internacional del Libro estaba a solo segundos de empezar en Las Tunas, y yo todavía muy lejos de su locación inaugural. Pasó lo que debía pasar, me perdí el discurso de apertura que pronunció el destacado escritor tunero Carlos Esquivel. Cuando llegué al sitio encontré a personas emocionadas y otras comentando la belleza y lirismo de las palabras que yo había dejado de escuchar. 
Y es que Carlos además de ser un inmenso poeta, lleva consigo la vivencia de Angola (país al que la Feria rindió honores), él fue uno de los tantos jóvenes que marchó a defender esas tierras; y allá, entre la metralla y noches lejos de casa, le brotó la poesía. Poner en mi blog sus palabras de aquel día es un honor y la mejor forma de pedir disculpas por la ausencia. Ya sabrán por qué su discurso fue uno de los buenos. Y mientras leen lo verán en su tiempo de combatiente, un tiempo que no ha terminado para él, lo que ahora es otro su campo de batalla. 


Quiero creer que no morí aquél día de marzo de 1989, cuando, junto a otros amigos, hablaba de poetas innombrables, en una escabrosa e innombrable aldea del sur angolano. Una ráfaga de balas trazadoras blandió círculos de aire a nuestro alrededor, un dibujo sinuoso y desapacible, una tentativa alterna y secreta, de las confraternidades entre muerte y poesía, senderos que se unían y bifurcaban bajo similares máscaras, en un incesante flujo de supervivencias. Quiero creer que salvé mucho más que un itinerario de vida, un mapa de accidentadas asociaciones entre destinos por desembocar en sus contrarios.